Artículo “El Organo de la Basílica de Luján – Un tesoro internacional en Argentina”
por Ezequiel Menendez
Si alguien descubriera una pintura de VAN GOGH, un manuscrito de MOZART o un violín de STRADIVARIUS en su casa, muy probablemente tomaría todas las precauciones necesarias para cuidar de tales piezas de valor. Su sensación sería similar a la que experimentamos los organistas que tenemos la suerte de estudiar, investigar, dedicar nuestros días a la profesión; cuando tocamos en órganos históricos, como ese tesoro que se encuentra en la Basílica de Luján, Argentina: “el órgano de tubos construido por la casa CAVAILLÉ-COLL”.
La emoción es más fuerte aún en mi caso, que no tengo la suerte de vivir actualmente en Argentina, país éste que aún sigue siendo mi casa. Siento una gran responsabilidad de ayudar en lo que esté a mi alcance, para que este instrumento se reconstruya con muchísimo celo y cuidado, de la misma manera que lo haríamos con aquel cuadro, manuscrito o violín, antes mencionados.
Hablar de órganos tubulares es un tema muy específico y que probablemente mucha gente desconoce. Por eso el objetivo de este artículo es crear conciencia de la trascendencia de este instrumento que la Basílica alberga.
La historia del “órgano” se remonta al siglo II A.C. y se desarrolla a través de las edades, llegando a sus puntos culminantes durante el Renacimiento y Barroco.
Naturalmente cuando uno habla de esplendor en la historia del órgano, el nombre que viene a la mente es el de JOHANN SEBASTIAN BACH. Encontramos sin embargo, un período de decadencia. Hacia la segunda mitad el siglo XVIII el “Forte-Piano” (piano) se transformó en el instrumento preferido por los compositores e intérpretes. La actividad organística y clavecinística decae en forma abrupta durante ese tiempo. El piano era un instrumento mucho más expresivo, en el que podían lograrse dinámicas sonoras, sin agregar o sustraer registros.
El órgano o “Rey de los instrumentos” parecía estar destinado a desaparecer o extinguirse, cuando un joven francés de gran talento, ARISTIDE CAVAILLÉ-COLL, logró revivirlo.
Fue CAVAILLÉ-COLL quien comenzó una nueva escuela en la materia, un nuevo estilo de instrumentos. CAVAILLÉ-COLL transformó al órgano en un instrumento expresivo, me atrevería a decir, que lo convirtió en un instrumento sinfónico, un instrumento completamente nuevo para su época. No sólo con sus inventos y experimentos, sino también con ayuda de otros constructores, ARISTIDE pasó a ser el símbolo del cambio. El amor hacia su artesanía y su humildad, especialmente escuchando consejos de compositores y colegas, hicieron de CAVAILLÉ-COLL, y sus creaciones, en un pilar importante de la historia de los órganos tubulares.
Como si esto no fuera suficiente, CAVAILLÉ-COLL pertenecía a esa insigne estirpe de artesanos geniales a los cuales siempre importó más la perfección de la obra que el lucro…cosa difícil de hallar hoy día.
En la Segunda mitad del Siglo XIX la firma construye sus instrumentos más afamados. “Notre Dame y Saint Sulpice (París)” son tal vez los más nombrados, pero podríamos mencionar muchos más, no sólo en Francia sino en el mundo.
Mucho se ha hablado sobre quién ha construido el órgano de Luján. ¿Fue ARISTIDE o su sucesor CHARLES MUTIN? La hermosa placa de bronce incrustada en la consola hace referencia al primero. Sin embargo, la inauguración del instrumento ocurre doce años después de la muerte del gran maestro. Hay mucho por investigar al respecto.
Lo que puedo asegurar es que no reviste mayor relevancia si el instrumento hubiese sido diseñado por uno y construido por el otro, o construido únicamente por CHARLES MUTIN. Sabemos que el PADRE SALVAIRE, uno de los grandes hombres en la historia de la construcción de la Basílica, estudió en París (1861-1871) y que viajó nuevamente allí a encargar la corona para la Virgen (1886). Es probable que allí haya visitado a ARISTIDE y comenzado los trámites del órgano y que por entonces la Basílica no hubiera estado lista para recibir hasta algunos años después, este tesoro actual.
El órgano CAVAILLÉ-COLL de la Basílica se halla inoperable desde hace ya muchos años, pero gracias a la providencia o un milagro de la Virgen, la mayoría de sus piezas se encuentran en estado original. Otros órganos, tal vez en países con mayores recursos económicos, no han tenido la fortuna de este instrumento.
Las tendencias o modas de los organistas y la llamada modernización han destrozado muchos instrumentos; estas infelices modificaciones no son reversibles.
El órgano de la Basílica estuvo muy cerca, en varias oportunidades, de estas desgraciadas cirugía. Pero en todos los casos la providencia actuó en su favor.
Es divertida la historia que cuenta que durante la Segunda Guerra Mundial el párroco a cargo de la Basílica, de ascendencia francesa, se dirigió una mañana al coro y en la escalera se encontró con gente que estaba subiendo una nueva consola (teclados del órgano). Al preguntar qué era eso, le contestaron que procuraban modernizar el gran órgano. Al mirar que la “moderna consola” era de procedencia alemana, sentenció: “mientras yo esté aquí…nada alemán”.
El sacerdote probablemente nunca llegó a enterarse del servicio que hizo al “principio de conservación de la obra de arte”, cuando no dejó instalar esa moderna consola que hubiera desmerecido y cambiado totalmente el estilo del órgano. No se trata de rechazar al arte de la organería alemana. Simplemente aquello constituía un despropósito estético, quizá basado en la ignorancia de algunos en aquel momento particular.
Historias como estas hay muchas, algunas con tintes de corrupción: dinero destinado al órgano que nunca llegó allí o intrigas oscuras que no vienen al caso. Sin proponérselo hicieron que este instrumento llegue al siglo XXI en estado original, siendo así uno de los pocos en el mundo dignos de ser citados. Eso lo convierte, por supuesto, en una “rara avis”.
Tengo para mí que este órgano, si fuese restaurado con el cuidado que los actuales estandartes de restauración internacional proponen y a partir de allí manteniéndolo como aquel cuadro de VAN GOGH del comienzo de la nota, será uno de los órganos más importantes del continente Americano. Un instrumento ideal para la Liturgia y los Conciertos.
Las grandes obras de CESAR FRANCK, LOUIS VIERNE, CHARLES-MARIE WIDDOR, MESSIAEN y otros, no podrían encontrar un mejor medio para su ejecución. Argentina podría contar entonces con una sede espléndida para festivales internacionales de música organística, en el no menos espléndido marco de la increíble Basílica.
Muy pocos registros del órgano funcionan en la actualidad, pero el escaso sonido que puede escucharse al probar este magnífico instrumento, es celestial y mágico. Muchas veces ocurre que un mismo constructor no tiene el mismo resultado en todas sus creaciones. El órgano de la Basílica posee un toque de “aquello que no se puede explicar”, o digamos que tiene “un ángel propio”.
No hace muchos años, tuve la suerte de llegar allí un día en el cual la humedad y temperatura coincidieron en ser las ideales, permitiendo que muchos de los registros funcionaran.
Comencé a tocar, la gente entraba a la Basílica, giraban su mirada hacia el coro y quedaban en su lugar como congelados. Los sacerdotes salían de sus confesionarios impresionados y el sacristán, que me había acompañado escaleras arriba, lagrimeaba por la emoción. Nadie podía creer los maravillosos sonidos que escuchaban. Estábamos todos transportados por aquel viejo instrumento. La vivencia de oír algunos de los órganos famosos en Holanda, Alemania, Italia o Francia, se da pocas veces. Pero es aún más fuerte cuando transcurre en nuestra propia casa. Tenemos el VAN GOGH y debemos estar orgullosos de él, protegerlo.
A modo de conclusión; cuando le cambiemos un simple tornillo a este magnífico instrumento, debemos tener la certeza que ese tornillo será del material, forma y color de aquellos tornillos originales. De la misma manera como no pediríamos al primer pintor de retratos en la calle, que aplicara cualquier barniz a nuestro amado cuadro de VAN GOGH, si este hubiese sufrido un daño, por pequeño que este infortunio fuese.
Pero para que todo esto ocurra, debemos primero ser conscientes de lo que tenemos. Conocer deviene en proteger y finalmente en amar. ¡Y cuánta belleza podemos recibir entonces a cambio!
La Basílica de Luján está siendo reconstruida y enhorabuena se la ha nombrado “Monumento Nacional”. En la última etapa de la reconstrucción se intentará devolver a la feligresía argentina los sonidos del Órgano Principal. Estarán los responsables de ello a la altura de tan nobles ideales, como lo estuvo nuestro antes citado ARISTIDE CAVAILLÉ-COLL? ¿Prevalecerá el amor a la obra de arte, por sobre todo lo demás?
¡Amén!
Ezequiel Menendez agradece muy especialmente a Rafael Ferreyra, Mercedes Featherstone, Fernando Garcia Enriquez y Nelly Cedola por su colaboración en la edición de este artículo.